Tercer capítulo de la entrevista a Guillermo Alvarado, en el que el preparador personal responde aconsejando sobre su profesión
Si es alguien sin experiencia cuyo objetivo sea dedicarse a ello en el futuro, lo primero es estudiar el grado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Hace años, cuando yo empecé, fui a la facultad a preguntar por la licenciatura de entonces y la respuesta que me dieron en la Universidad de Valencia fue, “¿Y quien querría pagar a alguien para que le entrene?” Evidentemente se referían a gente normal, no deportistas. También me explicaron que las salidas laborales de la licenciatura de entonces era el entrenamiento de deportistas o la docencia como profesor de Educación Física.
Hoy en día todo ha cambiado. El entrenamiento personal es una profesión donde tanto la oferta como la demanda crecen a un ritmo vertiginoso. Seguramente más la oferta que la demanda. Esto nos lleva a un sector cada vez más complicado donde acabarán imponiéndose los más competitivos.
Consejos entrenador personal: Guillermo Alvarado junto a Frank, de los40 en el Reto MH
La formación es una de las patas, aunque no la única. Personalmente quien me conoce sabe que para mi CCAFD no es una garantía de capacitación profesional, pero tampoco lo es Medicina ni Derecho y, hasta donde llega mi conocimiento y trato con clientes destacados en sus respectivas profesiones, tampoco ningún otro grado ni licenciatura. No obstante, es la mejor base sobre la que sustentar el resto de la formación que deberemos ir construyendo si queremos ser cada vez mejores profesionales. Desde mi punto de vista el grado en CCAFD está relacionado con los dos principales errores que alguien que empiece en esta profesión puede cometer: Pensar que no es necesario, y pensar que por tenerlo ya estás preparado para entrenar a alguien.
En cuanto a la formación que realmente puede ayudarte a desarrollarte como profesional, según mi experiencia está todo íntimamente ligado con tres fuentes.
- La primera sería el conocimiento de los métodos de trabajo de otros entrenadores. Esto puede ser a través de libros escritos por estos mismo, seminarios, mentorships, prácticas, o simplemente observando o charlando con alguien. Incluso de entrenadores con los que apenas compartes ideas puedes llegar a aprender algo o al menos iniciar un proceso cognitivo que te ayude a alcanzar conclusiones a las que no habrías llegado de otra manera.
- La segunda es la bibliografía específica de especialistas en cada una de las materias que afectan al trabajo del entrenador, aún cuando sus autores no se dediquen a ello. En este sentido, por ejemplo, en materia de trabajo específico de la fuerza siento especial predilección por el trabajo de Carmelo Bosco, para el trabajo de acondicionamiento de columna con el objetivo de prevenir lesiones Stuart McGill o Shirley Sahrmann para la prevención de lesiones o problemas relacionado con el movimiento poco eficiente. En el campo de la anatomía funcional también me gusta bastante Theodore Dimon, no tanto por su rigor científico sino por la facilidad con la que explica argumentos que otros complican innecesariamente.
- El tercer punto sería la bibliografía científica. El problema en este punto es que por desgracia en la facultad no se enseña a discriminar literatura fiable de meros panfletos que se ocultan tras el aspecto de documento científico. Recientemente he escrito en el blog un artículo titulado “Guía rápida para conocer la credibilidad de una fuente” donde intento crear un sistema que permita de manera sencilla aplicar un examen a cada estudio que nos permita averiguar su rigor.
Fotos | RetoHM y Tatami